Esta publicación está disponible también en: Inglés
Cuando estuve en Perú, viví con otras dos mujeres. Una de ellas era, aproximadamente, 15 años más vieja que yo y la otra unos 30 años mas vieja, de tal forma que pertenecíamos a tres diferentes generaciones.
Me encantaba estar rodeada de esa divina energía femenina; era tan suave, tan receptiva, y al mismo tiempo, increíblemente dadivosa y poderosa. Las tres creamos un espacio seguro en el cual nos permitimos ser vulnerables, enojarnos, llorar, amar, reír, vivir por completo, estar juntas, solas, pero siempre conectadas. Había un lugar para cada emoción que sentíamos y podíamos expresarnos libremente; nos aceptábamos entre nosotras y a nosotras mismas y nos amábamos profundamente. Juntas experimentamos, juntas crecimos.
Cuando regresé a Amsterdam, empecé a extrañar todo esto. Muchas de mis amigas se fueron o estaban a punto de irse del país, mientras la mayoría de mis amigos se quedaron. Aun cuando amo a mis amigos, estar con ellos no es lo mismo que estar con mujeres. Extrañaba estar rodeada por mis hermanas y empecé a pensar en cómo podía traer nuevamente más energía femenina en mi vida así que hablé de esto con Eroca, una de las mujeres con la cual viví en Perú, y ella me dijo «¿por qué no empiezas un circulo de conversación con mujeres?». Con estas palabras, ella sembró la semilla y poco después, puse un anuncio en un grupo de Facebook.
La primera vez asistieron cinco mujeres; de las cuales a algunas conocía vagamente y a las demás no las conocía en absoluto. En realidad nadie se conocía bien, y nadie sabía que esperar así que les expliqué que los círculos de conversación están profundamente enraizados en las prácticas de los indígenas de Perú y que es una manera diferente de comunicar, que estábamos aquí para expresarnos, para dar palabras a historias que nunca o raramente nos atreveríamos a contar. También expliqué que no era un lugar para dar consejos o responder sino más bien para compartir y escuchar desde nuestros corazones.
Cada una contó sus historias, expresamos nuestros más profundos miedos y nuestras emociones más dolorosas. A veces lloramos mientras hablábamos o mientras escuchábamos pero también reímos; había muchas similitudes pero también muchas diferencias. Esta experiencia me mostró cuán diferentes todo somos, cuántas diferentes historias de vida y cuántas diversas formas de resolver diferentes problemas podemos tener; también me mostró cuán similares podemos ser. Me enseñó que escuchando de verdad, nuestras mentes y corazones se abren, nos volvemos más acogedores, más cariñosos y nos conectamos a un nivel más profundo: de corazón a corazón. Mientras estábamos en el circulo, estuvimos completamente presentes en el momento, sentimos nuestras emociones de manera incondicional sin intentar cambiar alguna cosa. Nos volvimos una sin perder nuestra individualidad.
Fue increíblemente hermoso.
Share your thoughts with your Facebook, Wordpress, Google or Disqus account <3